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Doña Juana, una calañesa llena de historia

Publicado por : elmorante.es a : martes, 14 de junio de 2016 0 comentarios
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Doña Juana y su marido
Por Juan José García 

Desde muy pequeño había una casa en la calle en la que me crié, la calle "El Pozo", que me fascinaba por su mezcla de grandeza, glamour clásico, y ese aire enigmático y misterioso, que me inspiraba relatos de terror. Historias inventadas en mi niñez en aquellas infinitas noches de verano al fresco, con las que impresionar a la vez que engañar a los amigos venidos desde otra parte del pueblo, que se unían al club y se preguntaban quien vivía, o había vivido en aquella pequeña mansión. Ya el mármol de su umbral revelaba la grandeza de su longevidad, de más de un siglo, el cual ha sido testigo de dos monarquías distintas y una breve república. 


Esta casa, que fue una fonda por la que llegaron a nuestro pueblo turistas de todas las partes del mundo, guarda en su interior miles de historias, de aquellos tiempos en que "Calañas era un segundo Madrid". Sus habitantes fueron además los responsables de la llegada del cine a nuestro pueblo, que a más de un espectador le hizo salir corriendo de pánico, al confundir la bienvenida de esta tecnología con algún conjuro de magia negra.

Hablar de la casa de Doña Juana, supone un viaje al centro de mi nostalgia, a través de esa fantasía nutrida por contemplar la magnificiencia de este edificio, que a pesar de su más de un siglo de vida y su dejadez por permanecer deshabitado la mayor parte del tiempo, permanece erguido, desafiante y emanando una especie de energía, que evoca un pasado de grandeza y mil historias, en una época de grandes cambios, que aun se respiran en su interior.

Me pregunto que clase de canciones se habrán entonado con el piano ya desafinado y mal herido que sigue decorando uno de sus salones, cuantas reuniones importantes se habrán librado en las habitaciones de la fonda, que tipo obras o ideas se engendrarían allí por algunos de sus turistas más bohemios, o cuantas historias de amor se habrán encendido por la incesante llegada de huéspedes de toda clase. Precisamente, una de esas historias de amor es la que está relacionada con la que fuera dueña de esta morada, hoy protagonista de este artículo, la señora Doña Juana, que conoció aquí a un turista suizo, y le hizo cambiar de vida y de aires.



 Esta historia nunca podría haberla escrito sin la amabilidad de Elisabeth, nieta de Doña Juana que vive en Suiza, la cual no solo me ha facilitado toda la información, prácticamente ya redactada para eleborarlo, sino que además me ha permitido entrar a fotografiar cada rincón de esta mansión, que de pequeño me parecía encantada, y ahora me lo sigue pareciendo, pero en el sentido más positivo de la palabra.

Doña Juana nace el 17 de octubre de 1904 en Valdelamusa, hija de Carmen Naranjo Lossa y Benito Llanes Rico. Con muy pocos años es cuando se traslada a vivir en la famosa mansión en la Calle Cervantes nº 40, que como gran parte de las calles en Calañas, se conocen más por su sobrenombre, en este caso la calle "El Pozo". Su domicilio había sido construido por su abuelo en 1893, aunque cuando a una edad muy temprana fallece su padre y su madre, Carmen decide montar aquí la "Fonda Calañas".



 Durante largos años, fueron muchos los huéspedes, tanto nacionales como internacionales, los que se hospedan en ella, y precisamente tres de sus hijas conocen allí a sus esposos. Juana a Albert Stutz, Luisa a José de La Rosa, maestro de profesión, y Felisa a Isidro Robles, médico de Calañas, que además fue algunos años el alcalde de la localidad.

Doña Juana con su madre Carmen y sus hermanos, Emilia, Felisa, Luisa y Pepe.

 El que fuera marido de Doña Juana, llegaría a la fonda enviado por una firma suiza encargada en la instalación eléctrica de la provincia de Huelva. Él tenía pensado regresar pero al enamorarse decidió quedarse en España, aunque no fue nada fácil, ya que Albert era protestante y para casarse tuvo que convertirse al catolicismo. Tuvieron dos hijos, Alberto y Hans, este último ya fallecido, que por motivos laborales tuvieron que trasladarse primero a Ávila y luego a Málaga. Aunque a pesar de ello, nunca perdieron el contacto con Calañas y de esta manera decidieron construir el cine cuyo nombre era el de la calle donde se ubicaba, "Troyano", y habilitar en "El Real", otro cine para la estación veraniega.
 Aunque no a ciencia cierta, se cree que su inauguración fue en el año 1944 con la película "Si yo fuera rey". 



Es la hermana de doña Juana, Emilia, la que se encarga de la gestión del "Cine Troyano". Una persona muy conocida en Calañas, quien contó con nuestra vecina Marina Sánchez de taquillera, actual presidenta de la Asociación de mujeres "La Galana", y cuyo "Centro de día" de la localidad lleva su nombre. 
 La muerte de Emilia en 1964 coincide con la jubilación del marido de Doña Juana, que decide trasladarse definitívamente a Calañas a continuar con la gestión del cine hasta su cierre definitivo. En 1974 muere Albert en Huelva y, cosas del destino, fallece Juana en Suiza, en el año 1977. Los restos de ella y su marido descansan para siempre en el cementerio de Calañas. 

Doña Juana junto con su marido Albert, y sus hijos Hans y Alberto
Su hijo Alberto, venía hasta hace poco a quedarse en la casa, aunque la edad ya no le permité hacer un viaje tan largo desde Suiza. Sin embargo la hija de este, Elisabeth, sigue sin perder el contacto con la historia de su pasado en nuestra localidad, y se reconoce junto con su marido una admiradora de nuestro pueblo y nuestras costumbres. Precisamente en pocos meses volverá a cruzar el millón de kilómetros que les separa de nosotros, y al fin podré conocerla en persona para agradecerle todo el trabajo y la amabilidad que me ha brindado, en la elaboración de este artículo, que práctiamente ha escrito ella en gran medida. 

Después de haber imaginado miles de historias fantásticas sobre esta casa en mi infancia, hoy puedo descubrir la realidad que la habitaba, que aun así sigue pareciéndome fantástica, y cuyo magnetismo me sigue atrapando cada vez que paso por su acera. 


Acompañado de mi amigo Cristóbal Llanes, y armados con cámaras de fotos en esta emblemática mansión calañesa, he vuelto a enfrentarme a los fantasmas del pasado que inventaba en mi niñez, para descubrir que lo que me asustaba de pequeño, ahora es un sitio que me transmite una extraña sensación de paz y armonía. Una especie de intuición enigmática, que me hace sentir pinceladas de aquellos recuerdos que en realidad nunca he vivido. 


Gracias una vez más a Elisabeth por su ayuda, amabilidad y permiso para entrar, a Isabel por abrirme la casa, a Cristóbal por acompañarme en esta visita, a la que estoy seguro de que en su blog:  http://cristoballlanes.blogspot.com.es/ le sacará mucho más jugo que yo, pero sobre todo a ese "algo", que me ha hecho adentrarme a contar esta pequeña historia que tantas veces he imaginado, como si fuera un capitulo obligado de mi destino.



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