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Extremismo

Publicado por : manuel contreras acuña a : martes, 21 de junio de 2016 0 comentarios
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 Por Manuel Contreras

Resulta altamente llamativo el uso de calificativos como “extremista” o “radical” en los últimos meses. Entiéndase, que yo soy gustosamente un radical, y no me he vuelto loco, si no que este término se está usando de mala forma, si lo que se busca es referirse a alguien como intolerante o violento. Radical, significa ir a la raíz, y en el caso de lo político o social, ir a la raíz de dichos problemas. Por ello, y ante la duda semántica, me quedaré con el término extremista.

Sorprendentemente, hoy, ser extremista es no estar de acuerdo con algunos aspectos del funcionamiento del sistema social, económico y político actual. Ser aquel que duda de la legitimidad de organizaciones no democráticas o del abuso de poder de ciertos organismos públicos y privados. Criticar el deterioro del medio ambiente por políticas puramente especulativas y sectarias. Hablar de desigualdad o pobreza. Escandalizarse por la corrupción o pedir mayor democracia.  

Resulta igualmente escandaloso, oír a políticos, en cuyos partidos hay numerosos corruptos, hablar de miedo, de extremistas peligrosos o radicales. Y no es menos llamativo, que haya ciudadanos, que al oírlos, cabeceen afirmativamente con vehemencia, estando en una situación peor que la de los 90 en muchos aspectos. Más aún si tomamos como referencia a organizaciones políticas, esta vez sí claramente extremistas, por violentas e intolerantes -como son los casos del movimiento nacional en Francia, el auge neo-nazi en Alemania, la verborrea intransigente, racista y homófoba de Trump en USA o Amanecer Dorado en Grecia- que además  por desgracia nos son muy cercanas.

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Es necesario retrotraernos a finales de la segunda guerra mundial para entender el estado del bienestar. Después del genocidio nazi, Europa y el mundo entendió que el camino debía ser otro, que la democracia, la igualdad y los derechos humanos estaban por delante de cualquier otra cosa. Tras aquella guerra se firmaron acuerdos como la carta de derechos humanos de Naciones Unidas, se proclamaron derechos laborales, de igualdad y dignidad personal. Aquellos logros se fueron ampliando década tras década, en igualdad de género, en medio ambiente, en salud laboral… en dignidad.

Sin embargo, hoy día parece que tener un trabajo es suficiente, aunque sea indigno en salario y forma, que votar cada cierto tiempo es suficiente, aunque sea difícil manifestarse públicamente sin vetos y dignamente, que llamar ladrón al que te roba e injusto a que lo dejen libre es suficiente, aunque lo digno sería que las leyes sean justas y se cumplan, que condenar el terrorismo sea suficiente, aunque impidas a un millón de personas, que huyen del mismo, vivir dignamente.


Tal vez, y sólo tal vez, sería cuestión de hablar de extremismo con mayor propiedad y definir sin tapujos aquello que perseguir como objetivo principal y que debe ser el eje fundamental de nuestra sociedad. Yo lo tengo claro, en un mundo digno, igualitario y tolerante.

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