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Cuando un cabildo perdura después de las varas...eso se llama amistad.

Publicado por : elmorante.es a : domingo, 27 de noviembre de 2016 0 comentarios
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 Por José María Ortega.

 Rozo los cuarenta y cinco años y no he conocido  cabildos malos, todos han sido buenos o muy buenos, por circunstancias, por momentos, por situaciones, cada uno ha lidiado en su mandato, con la parte de la historia de nuestra romería que le ha tocado y, acertando o equivocándose en sus decisiones, no dudo ni lo más mínimo, que todas las tomaron de buena fe.

La historia de la devoción por la Coronada, a pesar de estar arraigada en el calañés desde hace cientos y cientos de años, se reescribe prácticamente cada romería, y en este nuevo siglo, nos ha tocado vivir una parte de esa historia en la que todo ha cambiado o está cambiando, excepto lo esencial, lógicamente.
A finales del siglo XX, la romería era tan igual a la de ahora, como diferente, y en apenas 20 años  lo que antes se hacia andando ahora se hace en tractor, o nadie iba a los Ángelus, porque no había, nadie se planteaba caminos alternativos, o no existía la asociación de costaleros e incluso, era ciencia ficción, pensar que cortarían la carretera para que nosotros hiciésemos nuestra romería y así, podría seguir citando muchos detalles.

Allá por 2004 los cambios seguían y ya era complicado el solo hecho de hacer de puente entre el buen trabajo de las hermandades anteriores y las que estaban por llegar y seguir con una tendencia positiva. Todos sabíamos de ese nuevo momento histórico de nuestra romería, y costó encontrar quien diera el paso. Bartolomé y un grupo de sus amigos tomaron las riendas y no sólo se conformaron con cumplir lo que la historia romera les requería, sino que sumaron, y sumaron bastante más, con la única consigna que funciona en estos casos, humildad, trabajo y devoción aderezado, de esa otra cosa tan importante cuando un grupo se pone a trabajar, el buen rollo.

Yo, a título personal les debo mucho, se la jugaron con migo y me dieron la oportunidad de ser el mantenedor de sus pregones, dándome carta de libertad a la hora de estructurarlo y escribir el guión y además pude exaltar a la mujer calañesa, lo hice lo mejor que sabía y que me perdonen si alguna vez no estuve a la altura. Pero  eso realmente fue una mínima parte de lo que me dieron, porque también me permitieron ver la romería desde otro ángulo, entender mi fe desde otra perspectiva, y consolidar mis creencias con matices protagonistas. Me regalaron una medalla de la Coronada que desde entonces va conmigo a todas partes.

Bartolomé y ese grupo de personas, de amigos, doce años después siguen unidos, de buen rollo, lo que unió la amistad y ató la Coronada, que no lo separe el tiempo. Enhorabuena.             


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