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Jueves con Almeyda: Valentina

Publicado por : elmorante.es a : jueves, 22 de mayo de 2014 0 comentarios
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Por elmorante.es


María Dolores Almeyda.


Un nuevo relato de nuestra amiga y gran escritora "Lola". Una curiosa y reflexiva conversación entre nieta y abuela:

“Di que sí, Valentina. Sé la mala. –voy pensando yo mientras dejo que me conduzca entre los arriates del Jardín Botánico- Al menos mientras aprendas a defenderte"

A paladear letras.

Valentina



-Abuela, ¿sabes qué? 
-Qué, dime qué.
-Soy divina y rockera.
Está deseando ser mayor, tanto como su hermana, pero tiene muy claro que no puede crecer de prisa ni alcanzarla. Ella cree que el proceso es lento, que todo pasará lentamente, pero lo que no sabe es que antes de estar mentalizada para la espera, ya habrá crecido más de lo recomendable y lo habrá descubierto casi todo.
-Tengo un amigo marrón, abuela, se llama Omar, tiene el pelo rizado y se mete los lápices en el pelo y el dedo en la nariz, quiere ser mi novio, pero es que a mí me gustan más los niños rubios…
Imparable, incapaz de estar callada unos minutos, con sus seis años que ya le parecen suficientes para opinar de casi todo, cogida de mi mano, apretando mis dedos, dándome calor, un calor distinto al que llevo en la mano derecha, enguantada y negra.
-Tengo que decirle a Omar que estás aquí y que ya no me tire más del pelo porque si no mi abuela se enfadará con él.

Como si la abuela fuese su adalid, su heroína protectora, la abuela de Piolín, alguien a quien la edad y la categoría familiar subió a un pedestal y su misma fantasía le imprime un carácter de personalidad importante
-No me gusta que me hablen con la voz aguda, abuela. Se creen que soy una niña pequeña. Cuando dicen así, poniendo la boca chica, qué bonita, qué bonita, ya casi sabrás leer, ¿verdad? ¡Me aburren!...
Pequeña donde yo diría chica. Rockera  donde yo pondría ye-ye. Marrón lo que yo pintaría de negro. Relatora incansable de palabras donde yo pongo el silencio. Proyectos de crecer en varias direcciones donde a mí sólo me queda reflexión y  recogimiento. Estatura que se eleva día a día junto a otra que empequeñece de igual modo. Sorpresa frente a hastío. Ilusión junto a cansancio disimulado apenas, lo justo para seguir andando un poco más.

-Abuela, los niños no se meten los dedos en la nariz, ¿verdad?
-No, claro que no.
-Abuela, ¿sabes qué?
-Que, dime qué.
-Es fenomenal… --gesticula con todos los músculos de la cara mientras habla—no te lo puedes creer, pero la malvada Davinia es una vam-pi-ra –y separa las sílabas recalcando la palabra.
-¡No!
-Esa soy yo.
-¿La vampira? ¿La malvada?
-Sí. –rotunda.
-¿Y por qué quieres ser la mala?
-Para que  ningún niño me tire de los pelos.

“Di que sí, Valentina. Sé la mala. –voy pensando yo mientras dejo que me conduzca entre los arriates del Jardín Botánico- Al menos mientras aprendas a defenderte. Sé la mala para mantenerlos a raya. Guarda esa sonrisa maliciosa para cuando seas mayor. Pero aprende a enseñar tus pequeñas garras para que ellos se vayan enterando; no te dejes vencer por el primer tirón de trenzas; defiéndete, sé la mala, la malvada Davinia”.

Porque las cosas no están mejor de lo que han estado nunca. Porque siguen pasando las mismas cosas y seguimos manteniendo la misma postura ante ellas, haciendo los mismos planteamientos. Y mucha culpa de ello la seguimos teniendo nosotras, las mujeres. Pero me callo, guardo silencio junto a ella y no le digo nada. Ya tendrá tiempo de saber. De todas formas creo que ella tiene claros los conceptos. No va a consentir que ningún Omar moreno y ningún Iván rubiales le vuelvan a tirar otra vez de las trenzas. Para ello ya tiene a su personaje elegido.

Tan pequeña y cómo sabe atrapar mi mano para que yo no me pierda. Me siento segura yendo de su mano, aunque al final nos perdemos por los vericuetos del Jardín.

Me recomienda calma para salir de entre los setos, sabe que todos los caminos llevan a la salida o a la entrada. También sabe que para ser mayor no puede ir más de prisa, que por mucho que quiera no será más alta ni tendrá la edad de su hermana cuando se levante por la mañana.

De igual modo yo sé que no puedo ir más despacio, y que aunque lo intentara no conseguiría detener el tiempo. Ella me llevará a la salida del jardín Botánico y yo la defenderé de las escaramuzas de sus amigos compañeros del colegio, llamados como se llamen.
Definitivamente, las cosas están claras entre nosotras.

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